jueves, enero 12, 2006

Odio mi trabajo. Yastá, lo he dicho.

Odio mi trabajo. Odio tener que atravesar la ciudad para llegar a una triste oficina sin ventanas y con un vecino que oye a Emanuel y a José José todo el día.
Odio a la gente que no respeta a los demás y se estaciona en la calle, justo frente a un estacionamiento. Odio a aquellos que se quedan estorbando a media calle aún cuando era claro que no iban a poder pasar. Odio a los que comen una comida apestosa en la oficina y dejan los restos en los basureros dejando por horas el olor nauseabundo de la carne putrefacta.
Odio a los que piden algo prestado y no lo regresan. Odio a los que llegan a tu oficina y aún cuando te ven ocupado trabajando se instalan y comienzan a mover tus cosas esperando atención.
Odio a los que se suben a los ascensores y se quedan al lado de la botonera sin pensar en que estorban a los que quieren oprimir un piso.
Odio a los que entran a los sanitarios y escupen en los lavabos.
Odio a los que hacen ruido en la oficina.

Odio muchas cosas.

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