jueves, enero 12, 2006

Odio el lugar de trabajo

No se que sea peor, el silencio mutilante de una casa vacía o ese sonido de fondo de una oficina, esa maldita sinfonía de estaciones de radio con estúpidas melodias de moda, con esas melosas voces, esas tonadas calculadas para agradar a las adolescentes que se desviven por un estúpido con peinadito de rebelde y que canta con un modosito acento de melancolía.
Aparte de mi trabajo, odio también ese ambiente de complacencia y conformismo. Esas miradas vacias y satisfechas, la prestancia servil, el abandono.
Tengo una ventana que da a un pasillo por el que veo pasar a los burócratas que van, moviendo papeles, de una oficina a otra arrojándo mierda sobre sus espaldas con cada paso.
Una solicitud de compra pergeña un alúd de trámites y papeles y se escuchan los engranajes de la organización caminar, rozar unos contra otros, chirriar, y sobre de ellos los pasos cortos y presurosos de las mujeres con zapatos de tacón que mueven más papeles de una oficina a otra.

¿Realmente tiene sentido todo esto?

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