domingo, enero 15, 2006

Sólo por hoy

Esta frase la había oído varias veces así, sola, y algunas me habré preguntado a qué se referían los que la proferían. Ayer la oí de nuevo en el Zócalo. Un hombre de caminar presuroso la dijo al vuelo a un amigo sentado en la banqueta y éste le respondió con la misma frase. Le pregunté a mi amiga Irma si sabía de esto y me explicó que es una frase de ánimo que se emplea entre alcohólicos y que la frase completa es ‹sólo por hoy no beberé›.
Así es como construyen su vida, un día a la vez. Mañana puede pasar cualquier cosa, pero hoy no. Sólo por hoy no beberé.
Algunos podrían pensar así, ‹sólo por hoy, no enviaré gente a la guerra›.

jueves, enero 12, 2006

Odio el lugar de trabajo

No se que sea peor, el silencio mutilante de una casa vacía o ese sonido de fondo de una oficina, esa maldita sinfonía de estaciones de radio con estúpidas melodias de moda, con esas melosas voces, esas tonadas calculadas para agradar a las adolescentes que se desviven por un estúpido con peinadito de rebelde y que canta con un modosito acento de melancolía.
Aparte de mi trabajo, odio también ese ambiente de complacencia y conformismo. Esas miradas vacias y satisfechas, la prestancia servil, el abandono.
Tengo una ventana que da a un pasillo por el que veo pasar a los burócratas que van, moviendo papeles, de una oficina a otra arrojándo mierda sobre sus espaldas con cada paso.
Una solicitud de compra pergeña un alúd de trámites y papeles y se escuchan los engranajes de la organización caminar, rozar unos contra otros, chirriar, y sobre de ellos los pasos cortos y presurosos de las mujeres con zapatos de tacón que mueven más papeles de una oficina a otra.

¿Realmente tiene sentido todo esto?

Odio mi trabajo. Yastá, lo he dicho.

Odio mi trabajo. Odio tener que atravesar la ciudad para llegar a una triste oficina sin ventanas y con un vecino que oye a Emanuel y a José José todo el día.
Odio a la gente que no respeta a los demás y se estaciona en la calle, justo frente a un estacionamiento. Odio a aquellos que se quedan estorbando a media calle aún cuando era claro que no iban a poder pasar. Odio a los que comen una comida apestosa en la oficina y dejan los restos en los basureros dejando por horas el olor nauseabundo de la carne putrefacta.
Odio a los que piden algo prestado y no lo regresan. Odio a los que llegan a tu oficina y aún cuando te ven ocupado trabajando se instalan y comienzan a mover tus cosas esperando atención.
Odio a los que se suben a los ascensores y se quedan al lado de la botonera sin pensar en que estorban a los que quieren oprimir un piso.
Odio a los que entran a los sanitarios y escupen en los lavabos.
Odio a los que hacen ruido en la oficina.

Odio muchas cosas.